Rubén DARÍO | Autograph letter

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“SOMEBODY TOLD ME THAT PUEYO -THE TERRIBLE BOOK DEALER – HAS GOT SOME”: EXTRAORDINARY LETTER ADDRESSED TO VALLE-INCLÁN ON THE SINGULAR RELATIONSHIP OF THE LARGEST HISPANIC AMERICAN POET WITH HIS EDITORS

Darío, Rubén
1867-1916

Autograph letter signed to Ramón María del Valle-Inclán

Palma de Mallorca: January 19, 1906. One leaf of wove paper measuring 18 by 23 cm (folded in half), handwritten in ink on rectos and versos for three pages, dated and signed: Palma [de Mallorca], 19 Enero 1906: Rubén Darío

Exceptional autograph letter written entirely in Rubén Darío’s hand to Ramón del Valle-Inclán, one of the most important playwright of the Generation of ’98 and a key figure of twentieth-century Spanish literature, concerning his difficult relationship with Spanish publisher and bookseller who promoted the modernist movement, Gregorio Pueyo (Valle-Inclán chose him as a model to create the character of “Zarathustra” in his grotesque play Luces de Bohemia)

Fine condition

IMPORTANT CORRESPONDENCE BETWEEN THE TWO KEY FIGURES OF MODERNISM IN SPANISH LANGUAGE

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Description

Aunque no se conserve el sobre, la presente carta de Rubén Darío (1867-1916) es casi con absoluta seguridad respuesta a la de su gran amigo español el escritor Ramón María del Valle-Inclán, y a la solicitud de unos libros y posible entrevista o reseña biográfica: «Recibí a su tiempo su amable carta y las hojas por llenar. Pero… todo es imposible. No tengo los ejemplares de esos libros!»

Resulta especialmente sarcástica la alusión que hace al célebre promotor del movimiento modernista y editor de ambos escritores, Gregorio Pueyo: «Me dicen que el librero Pueyo -el terrible- tiene. Sería bueno averiguar y, en ese caso, sin que él comprenda para qué, comprarle los ejemplares.» Igualmente, Darío alude al librero Fernando Fe, importante editor que desarrollara su actividad profesional durante los últimos veinticinco años del siglo XIX y los catorce primeros del siglo XX: «Yo he propuesto a Fe que haga él las ediciones. Pero falta el que nos entendamos en la cuestión principal, que es el precio.» Sin duda alguna, el poeta nicaragüense se refiere a sus propias Obras completas que, una vez fallecido y a la postre, sacaría finalmente a la luz Pueyo (junto a las Obras inéditas y póstumas).

La amistad entre el escritor español y el poeta nicaragüense contuvo una profunda admiración del uno por el otro. Esta relación quedó demostrada por cartas y frecuentes colaboraciones.

Dos días antes de aparecer La lámpara maravillosa en Madrid, Rubén Darío moría en Managua. Era el 6 de febrero de 1916. El libro hubiera interesado, y mucho, al poeta modernista. Pocos días antes, Valle-Inclán, muy hundido, le había dicho a Nilo Fabra que Rubén estaba muy enfermo y sin esperanza. La muerte de su amigo y maestro le produjo una gran conmoción. Cuando recibió la noticia exclamó: “¡Es horrible! ¿Con quién comentaré ahora mi Lámpara maravillosa? Rubén hubiera tomado su whisky, yo mi píldora de cáñamo índico, y nos hubiéramos internado en el misterio. Él era un hombre que estaba en contacto con lo misterioso.”

Asegura Felipe Sassone que, tras los cristales de sus quevedos, brillaron unas lágrimas. Pocos días después una nutrida representación, encabezada por Valle-Inclán, solicitó erigir un busto a Darío. Su relación con él fue siempre especial. Una perfecta combinación de amistad y admiración literaria, que de parte de Darío se tradujo en los tres prólogos-poemas a otros tantos libros de don Ramón, y sobre todo un gran respeto mutuo, dados los rasgos de carácter tan opuesto.

Estas palabras explican la amistad y admiración mutua entre estos dos escritores. Se conocieron cuando Darío vino a Madrid en 1899 y, pronto, se estableció entre ellos (añadamos a Alejandro Sawa) una corriente amistosa, que llegó a ser imperecedera. En sus cartas podemos comprobarlo. En 1906, le dedicó Valle-Inclán la edición de Sonata de estío: “A Rubén Darío, con toda mi admiración y mi amistad.”

Ningún escritor contemporáneo gozó de tanta admiración por parte del poeta gallego. Y esa admiración, así como el reconocimiento de su magisterio, nunca decayeron. Y así le hace comparecer en las escenas más significativas de Luces de Bohemia. Por su parte el poeta nicaragüense correspondió amistosamente a esta admiración. Le dedicó (dijimos) tres magníficos poemas y varias semblanzas en prosa. La carta de Valle-Inclán a raíz de la muerte de Sawa, indica la existencia de vivencias comunes, confirmadas por el magnífico prólogo que Darío antepuso a Iluminaciones en la sombra, el libro póstumo de Sawa, y que Valle-Inclán denominó como “diario de tribulaciones y esperanzas.”

Con el tiempo esta relación se hizo más intensa. Valle-Inclán colaboró en Mundial Magazine, que dirigía Rubén en Paris. En sus páginas publicó tres jornadas de Voces de gesta, que apareció prologada con una “Balada laudatoria que envía al autor el alto poeta Rubén”: “… Ha traído cosas muy misteriosas / don Ramón María del Valle Inclán.”

Estas relaciones se han desmenuzado minuciosamente sobre todo para destacar el magisterio ejercido por el nicaragüense sobre el gallego. Magisterio cierto. Pero se han explorado menos las posibles influencias del gallego sobre el poeta modernista. Estas posibles influencias fueron ya previstas por Ramiro de Maeztu: “Sobre quien ejerció una influencia decisiva fue sobre Rubén, a quien le agitó como una bandera. ¡Sin Valle-Inclán, Rubén Darío no hubiera sido quien fue!” Raro caso entre escritores,

Valle-Inclán y Rubén Darío, desde la misma fecha de su conocimiento, mantuvieron una amistad ejemplar a la vez que una admiración sin límites el uno por el otro. Quizá la amistad entre escritores solo es posible si va acompañada de la mutua admiración. “Ese gran don Ramón de las barbas de chivo…”

[José Esteban: Valle-Inclán y Rubén Darío]

Su verdadero nombre era Félix Rubén García Sarmiento, nacido en 1867 en Metapa (Nicaragua).

Fue un niño prodigio que ya desde los tres años empezó a leer y a los doce publicó sus primeros versos. Su condición tanto de periodista, una de sus principales fuentes de ingresos, como de diplomático, le condujo a una vida nómada de un país a otro. En 1886 llega a Chile y publica sus primeros libros: Abrojos (1887) y Azul (1888).

Cuando el poeta llega a España por primera vez con apenas 25 años se está celebrando el IV Centenario del Descubrimiento de América y también la exposición inaugural del edificio de Biblioteca y Museos, actual BNE, en la que participará encabezando la delegación de Nicaragua.

Los intelectuales españoles como Marcelino Menéndez Pelayo, Emilia Pardo Bazán o Juan Valera, su mentor en España, quedan impresionados por su figura y por su libro Azul. En 1896 se publican en Buenos Aires, Los raros y Prosas profanas, en su momento de plenitud intelectual.

En 1898 como corresponsal de La Nación de Buenos Aires entra en contacto con autores dela Generación del 98: Miguel de Unamuno, Ramón del Valle-Inclán, Azorín o Pío Baroja. La Nación publicó más de 630 de sus crónicas, poemas, cuentos y hasta unas novelas a lo largo de 25 años.

En los años que pasa en París de 1900 a 1902 publica Peregrinaciones (1901) y también España contemporánea (1901), impresiones viajeras sobre su estancia en España, con un estilo muy periodístico, lo que le abre las puertas a la prensa francesa como el Mercure y la Nouvelle Revue. Otros libros de recuerdos son Viaje a Nicaragua y Canto, dedicado a la Argentina y publicado en 1910.

En Palma de Mallorca, escribirá su novela autobiográfica Oro de Mallorca, que termina en 1913. Poco después de su muerte en 1916 aparece en Barcelona La vida de Rubén Darío escrita por él mismo y en Buenos Aires Cabezas.

Se reinventa con cada obra, cada libro es distinto de los demás: “lo primero, no imitar a nadie, y sobre todo a mí”, máxima que aplicó a lo largo de los años. Fue un auténtico revolucionario en la literatura hispánica sacándola del aislamiento en la que estaba y traspasando fronteras. Alcanzó un alto grado de perfección y belleza con una estética modernista y aportó no solo un gran caudal léxico sino también nuevas formas en la métrica.

A él le debemos los poemas en prosa, textos muy breves que no llegan a una página, llevando el cuento a su expresión mínima por lo que se le puede considerar un precedente de los microrrelatos actuales.

[Servicio de Información Bibliográfica de la Biblioteca Nacional de España]