Rosa ARCINIEGA | Mosko-Strom

900,00

«MOSKO-STROM, LA OBRA SOBRE EL PROGRESO Y EL VACÍO EN LAS GRANDES CIUDADES»

Arciniega, Rosa
1909-1999

Mosko-Strom

Madrid: Imp-Rot (Imprenta Rotativa), 1933. 8vo [19,5 x 13,5 cm] 266 p., [1] h. Encuadernación en tela con tejuelo. Conserva cubiertas originales

Primera edición (al año siguiente se publicaría una segunda edición subtitulada El torbellino de las grandes metrópolis)

Dedicatoria autógrafa en el año de publicación de Rosa Arciniega al escritor Arturo Rey Marzal

Buen estado de conservación

EJEMPLAR ÚNICO DE ESTA DISTOPÍA DE LA MODERNIDAD DEL SIGLO XX

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Descripción

Rosa Arciniega de la Torre (Lima, 1909-1999, Buenos Aires), escritora y periodista peruana afincada, durante los años de la República, en Madrid. Aquí publicó Engranajes (1931), Jaque mate (1931) -con cubierta de Mauricio Amster-, Mosko-Strom (1933) y Vidas de celuloide: La novela de Hollywood (1934). La reseña del último de estos libros por Benjamín Jarnés la incluyó éste en Ariel disperso (1946).

Amiga de su compatriota Carlos Oquendo de Amat, Rosa Arciniega se ocupó de él durante su estancia en el sanatorio de Cercedilla, y luego en su entierro. Encontramos su firma en el Almanaque Literario 1935, en varias revistas de información general y en otras más específicamente literarias como Alfar (ya durante la etapa montevideana), Brisas y la Gaceta Literaria.

[Juan Manuel Bonet: Diccionario de las Vanguardias en España, p. 58]

Mosko-Strom (1933) es una distopía de la modernidad que alerta, como lo hizo solo un año antes Aldous Huxley en Un mundo feliz, sobre los peligros de una sociedad que asimila el Progreso con el desarrollo tecnológico y la posesión de cosas materiales; y contra la forma de vida regulada y acelerada de las grandes ciudades, que se tragan en su vorágine absorbente los ideales y verdaderos valores para la humanidad. Mosko-Strom es una novela de plena actualidad, que atrapa desde la primera página con toda la fuerza del discurso y de la narrativa vanguardista de su autora.

[Inmaculada Lergo: Rosa Arciniega: una escritora peruana de vanguardia]

Hacía mucho tiempo que deseaba asomarme a la literatura de Rosa Arciniega (1909-1999), una escritora peruana asentada en España en los años previos a la Guerra Civil, durante los cuales desarrolló la parte medular de su obra, para después internarse en los pasadizos borrosos del olvido. Leyendo la prensa de los años treinta, o espigando entre la obra de sus contemporáneos más valiosos, me había tropezado con multitud de alabanzas a esta escritora tan poco convencional. Muchas veces, sin embargo, me ha ocurrido que los ditirambos sobre un escritor se revelan palabras vacuas, hijas de compadreo, cuando me he enfrentado con su obra. Pero en esta ocasión me he topado con una escritora extraordinaria a la que convendría rehabilitar plenamente.

Acabo de leer… su tercera novela, Mosko-Strom (1933), ambientada en un futuro que comparte algunos rasgos comunes con obras de Huxley u Orwell. Sólo que donde estos autores imaginan un futuro en donde las ideologías más protervas o los avances más ominosos de la ciencia configuran un futuro distópico, Arciniega se atreve a hablarnos desnudamente de la muerte del espíritu y de la naturaleza antihumana del progreso; o siquiera, de la forma de progreso que entonces se estaba imponiendo y hoy campea por doquier, moldeando –citamos a la autora– «almas paralíticas, hechas para rastrear, con plomo en los pies, con tapones en los oídos», «conformadas para percibir sólo el bajo instinto, el torpe apetito, la voz del bienestar animal, ignorantes de la chispa divina que llevan dentro de sí.» 

Arciniega imagina una época «locamente lanzada al vacío de la velocidad por la velocidad misma, sin otra dirección, sin otro itinerario, sin otra meta que el brusco enriquecimiento, que la rápida consecución de la fortuna y el bienestar material por cualquier medio.» Una época aciaga en que «amistades, recuerdos, familia, alegrías o tristezas, todo lo que podía constituir, en fin, el bagaje espiritual del hombre, quedaba borrado, aplastado, reducido, cuando más, a una serie de leves sensaciones bajo el peso de la sola gran inquietud: el triunfo material.» Una época, en fin, demasiado parecida a la nuestra.

[Juan Manuel de Prada: Mosko-Strom, XLSemanal, 20 mayo 2019]