Elvira de ALVEAR & Héctor BASALDÚA | Reposo

6.000,00

“SHE HAD EVERYTHING AND GRADUALLY EVERYTHING SLIPPED AWAY FROM HER” [BORGES], AN EXTRAORDINARY RARITY: FIRST EDITION OF ELVIRA DE ALVEAR’S FIRST AND ONLY BOOK, ONE OF AN EDITION OF ONLY 21 COPIES SIGNED BY THE AUTHOR AND THE ARTIST

Alvear, Elvira de
1907-1959

Basaldúa, Héctor
1895-1976

Reposo. Prólogo de Jorge Luis Borges. Litografías de Héctor Basaldúa

Buenos Aires: M. Gleizer [D. Francisco A. Colombo], 1934. 8vo [21 x 17 cm] 4 original out-of-text lithographs by Basaldúa. Original printed wrappers, plain original glassine chemise and slipcase. Unopened. Housed in a custom clamshell box

First edition of author’s first and only book, one of only 21 copies printed on Roma paper marked from A to L (this copy is marked “J”) and signed by the author and the artist

Book Near Fine (edges with very light evidence of foxing). Slipcase rubbed with a small loss in the lower rear part. From the Library of Argentine writer and musicologist Daniel Devoto and Valle-Inclán’s daughter, María Beatriz del Valle-Inclán (Ex libris stamp to end paper)

A SCARCE ARTIST’S BOOK

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Description

La más constante musa de Jorge Luis Borges fue Elvira de Alvear.

Es la Beatriz Viterbo de “El Aleph” y la Teodelina Villar de “El zahir” (y también Delia Elena San Marco y la Beatriz Frost de “El congreso”). Elvira tenía ocho años menos que Borges. Murió en 1959, a los cincuenta y dos años… y era hija de Diego de Alvear, jefe de una de las familias más ricas del patriciado argentino (dueño de Botafogo, caballo mítico del turf argentino), y de Cotita Cambaceres. Borges la visitaba los sábados, cuando ella no le daba plantón, cosa que ocurría a menudo. Caminaban por el barrio de Belgrano, silenciosamente.

En 1930 se radicó en París, donde sacó una revista, Imán. El secretario de redacción era Alejo Carpentier. Vivía en un palacio, con una mangosta. Se relacionó con James Joyce y Paul Valéry. A Pablo Neruda le prometió 5.000 pesos por la publicación de Residencia en la Tierra… y le perdió el manuscrito (Neruda la llamó irresponsable, loca y gusano). Volvió a Buenos Aires en 1937.

Borges, cómo no, le prologó un libro de poesías, Reposo. Poco a poco se fue volviendo loca en su mínimo apartamento de San Telmo, donde Borges la iba a ver los 31 de diciembre por la tarde. Hablaban de la larga novela que ella estaba supuestamente escribiendo (“que al principio estaba hecha de palabras y al fin de vagos rasgos indescifrables”). Obesa, pálida y ausente lo invitaba a sentarse en el comedor y llamaba con su campanilla de plata a una servidumbre inexistente. En “El Aleph” es retratada como alta y frágil, de andar torpe y gracioso, aniñada, de desdenes crueles «que tal vez reclamaban una explicación patológica», de grandes y afiladas manos hermosas. Le dedicó, monográficamente, uno de sus más bellos poemas [recogido en El Hacedor, 1960]:

Todas las cosas tuvo y lentamente
todas la abandonaron. La hemos visto
armada de belleza. La mañana
y el claro mediodía le mostraron,
desde su cumbre, los hermosos reinos
de la tierra. La tarde fue borrándolos.
El favor de los astros (la infinita
y ubicua red de causas) le había dado
la fortuna, que anula las distancias
Como el tapiz del árabe, y confunde
deseo y posesión, y el don del verso,
que transforma las penas verdaderas
en una música, un rumor y un símbolo,
y el fervor, y en la sangre la batalla
de Ituzaingó y el peso de laureles,
y el goce de perderse en el errante
río del tiempo (río y laberinto)
y en los lentos colores de las tardes.
Todas las cosas la dejaron, menos
una. La generosa cortesía
la acompañó hasta el fin de su jornada,
más allá del delirio y del eclipse,
de un modo casi angélico. De Elvira
lo primero que vi, hace tantos años,
fue la sonrisa y es también lo último.

[Mario Paoletti: Las novias de Borges. Revista de Occidente, N.º 301 , Junio 2006]